A lo largo de nuestra vida, las articulaciones pueden sufrir alteraciones por diversos motivos, siendo la artrosis uno de los más frecuentes.

Cuando la artrosis afecta a la rodilla se denomina gonartrosis y se caracteriza por dolor, que aparece inicialmente durante la marcha y al subir escaleras, pero finalmente puede estar presente todo el día y provocar cojera y limitación en nuestras actividades cotidianas.

Cuando la limitación es significativa y el dolor no se puede controlar con tratamiento farmacológico y/o infiltraciones, el traumatólogo suele indicar la cirugía de recambio articular que consiste en cambiar la articulación de la rodilla por una prótesis metálica.

Estas prótesis, ofrecen muy buenos resultados pasado el periodo del postoperatorio inmediato, disminuyendo el dolor y consiguiéndose una movilidad de la rodilla en rango funcional, lo que permitirá al paciente desarrollar sus actividades diarias.

Los objetivos de rehabilitación tras la cirugía de prótesis de rodilla serán ayudar al control del dolor, evitar complicaciones de la herida quirúrgica en forma de adherencias, conseguir la movilidad que el tipo de prótesis permita, recuperar la fuerza muscular de la pierna operada y la marcha.

Cabe destacar algunas peculiaridades que el paciente debe conocer :

– La incisión quirúrgica (cicatriz) afecta a una raíz nerviosa sensitiva de la rodilla, de forma que se queda una zona con sensibilidad alterada en la cara lateral de la rodilla (los pacientes suelen describir esta zona como “acorchada” o “zompa” y referir una sensación anómala al roce con pantalones o la sábana. Esta zona está, representada en la imagen de ejemplo con una diana azul. Esta alteración suele ir mejorando a lo largo del primer año postcirugía y no supone ningún déficit motor.

–  La flexión de la rodilla protésica no es igual al de la articulación de la rodilla anatómica, consiguiéndose habitualmente una flexión entre 90o y 110o, dependiendo del modelo utilizado en la cirugía. Con esta movilidad el paciente podrá subir escaleras y caminar con normalidad, pero no podrá realizar otras actividades como acuclillarse.

–  La cirugía puede alterar la circulación de retorno venoso, por lo que es aconsejable el uso de medias de compresión, descansar cada 4 horas elevando la pierna y si fuera necesario, medicación venotónica.

–  Por último, cabe destacar que el patrón de marcha que realizamos habitualmente, lo realizamos de forma automática sin necesidad de concentrarnos en cada fase del paso ya que nuestro cerebro es capaz de conocer en que posición tiene el cuerpo cada articulación y equilibrar el peso y coordinar las extremidades para realizar el paso, sin que tengamos que estar concentrados en ese proceso. Sin embargo, al tener una prótesis, al inicio de la marcha con la misma, el paciente puede notar sensación de “fallo” de la pierna al caminar. Esto se debe a la necesidad de que el cerebro se acostumbre a las sensaciones nuevas que le proporciona la rodilla protésica para poder ajustar el paso sin fallos, por lo que la forma de conseguir una marcha segura y eficaz, será entrenar la marcha, andando.